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La convincente vida de Jesus

He aquí un rápido vistazo a la vida de Jesucristo – Estos son extractos directamente desde el Evangelio de Juan, en la Biblia.

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A continuación se le da un rápido vistazo a la vida de Jesucristo. Estos son extractos directamente desde el Evangelio de Juan, en la Biblia. No hay comentarios añadidos. Ellos te darán una lectura precisa y rápida de la vida de Jesús, su muerte y resurrección ... y por qué su vida es importante para ti.

Juan 3
Había un hombre llamado Nicodemo, un líder religioso judío, del grupo de los fariseos. Una noche, fue a hablar con Jesús: “Rabí,” le dijo, “todos sabemos que Dios te ha enviado para enseñarnos. Las señales milagrosas que haces son la prueba de que Dios está contigo.”

Jesús le respondió: “Te digo la verdad, a menos que nazcas de nuevo, no puedes ver el reino de Dios.”

“¿Qué quieres decir?” exclamó Nicodemo. “¿Cómo puede un hombre mayor volver al vientre de su madre y nacer de nuevo?”

Jesús le contestó: “Te digo la verdad, nadie puede entrar en el reino de Dios si no nace de agua y del Espíritu. El ser humano solo puede reproducir la vida humana, pero la vida espiritual nace del Espíritu Santo. Así que no te sorprendas cuando digo: ‘Tienen que nacer de nuevo.’ El viento sopla hacia donde quiere. De la misma manera que oyes el viento pero no sabes de dónde viene ni adónde va, tampoco puedes explicar cómo las personas nacen del Espíritu.”

“¿Cómo es posible todo esto?” preguntó Nicodemo.

Jesús le contestó: “¿Tú eres un respetado maestro judío y aún no entiendes estas cosas? Nadie jamás fue al cielo y regresó, pero el Hijo del Hombre bajó del cielo. Cualquiera que crea en él, tendrá vida eterna.”

Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. No hay condenación para todo el que cree en él, pero todo el que no cree en él ya ha sido condenado por no haber creído en el único Hijo de Dios.

Juan 1
En el principio la Palabra ya existía.
La Palabra estaba con Dios,
y la Palabra era Dios.
El que es la Palabra existía en el principio con Dios.
Dios creó todas las cosas por medio de él,
y nada fue creado sin él.
La Palabra le dio vida a todo lo creado,
y su vida trajo luz a todos.
La luz brilla en la oscuridad,
y la oscuridad jamás podrá apagarla.

Vino al mismo mundo que él había creado, pero el mundo no lo reconoció. Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron; pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Ellos nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios.

Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre.

Juan 5
Una multitud de enfermos —ciegos, cojos, paralíticos— estaban tendidos en los pórticos. Uno de ellos era un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio y supo que hacía tanto que padecía la enfermedad.

Jesús le dijo: “¡Ponte de pie, toma tu camilla y anda!”

¡Al instante, el hombre quedó sano! Enrolló la camilla, ¡y comenzó a caminar! Pero ese milagro sucedió el día de descanso, así que los líderes judíos protestaron. Le dijeron al hombre que había sido sanado: “¡No puedes trabajar el día de descanso! ¡La ley no te permite cargar esa camilla!”

Pero él respondió: “El hombre que me sanó me dijo: “Toma tu camilla y anda”.

“¿Quién te dijo semejante cosa?” le exigieron. Entonces el hombre fue a ver a los líderes judíos y les dijo que era Jesús quien lo había sanado.

Entonces los líderes judíos comenzaron a acosar a Jesús por haber violado las reglas del día de descanso. Pero Jesús respondió: “Mi Padre siempre trabaja, y yo también.”

Entonces los líderes judíos se esforzaron aún más por encontrar una forma de matarlo. Pues no solo violaba el día de descanso sino que, además, decía que Dios era su Padre, con lo cual se hacía igual a Dios.

Juan 6
Enseguida Jesús vio que una gran multitud venía a su encuentro. Dirigiéndose a Felipe, le preguntó: “¿Dónde podemos comprar pan para alimentar a toda esta gente?” Lo estaba poniendo a prueba, porque Jesús ya sabía lo que iba a hacer.

Felipe contestó: “¡Aunque trabajáramos meses enteros, no tendríamos el dinero suficiente para alimentar a toda esta gente!” Entonces habló Andrés, el hermano de Simón Pedro: “Aquí hay un muchachito que tiene cinco panes de cebada y dos pescados. ¿Pero de qué sirven ante esta enorme multitud?”

Jesús dijo: “Díganles a todos que se sienten.” Así que todos se sentaron sobre la hierba, en las laderas. (Solo contando a los hombres sumaban alrededor de cinco mil). Luego Jesús tomó los panes, dio gracias a Dios y los distribuyó entre la gente. Después hizo lo mismo con los pescados. Y todos comieron cuanto quisieron.

Una vez que quedaron satisfechos, Jesús les dijo a sus discípulos: “Ahora junten lo que sobró, para que no se desperdicie nada.” Entonces ellos juntaron las sobras y llenaron doce canastos con los restos que la multitud había dejado después de comer de los cinco panes de cebada.

Jesús les contestó: “Les digo la verdad, ustedes quieren estar conmigo porque les di de comer, no porque hayan entendido las señales milagrosas. No se preocupen tanto por las cosas que se echan a perder, tal como la comida. Pongan su energía en buscar la vida eterna que puede darles el Hijo del Hombre. Pues Dios Padre me ha dado su sello de aprobación.”

“Nosotros también queremos realizar las obras de Dios. ¿Qué debemos hacer?”

Jesús les dijo: “La única obra que Dios quiere que hagan es que crean en quien él ha enviado. Pues la voluntad de mi Padre es que todos los que vean a su Hijo y crean en él tengan vida eterna; y yo los resucitaré en el día final.”

Juan 7
El último día del festival, el más importante, Jesús se puso de pie y gritó a la multitud: “¡Todo el que tenga sed puede venir a mí! ¡Todo el que crea en mí puede venir y beber! Pues las Escrituras declaran: ‘De su corazón, brotarán ríos de agua viva.’” (Con la expresión «agua viva», se refería al Espíritu, el cual se le daría a todo el que creyera en él; pero el Espíritu aún no había sido dado, porque Jesús todavía no había entrado en su gloria).

Algunos de la multitud, al oír lo que Jesús decía, afirmaron: “Seguramente este hombre es el Profeta que estábamos esperando.” Otros decían: “Es el Mesías.”

Juan 10
“Les digo la verdad, el que trepa por la pared de un redil a escondidas en lugar de entrar por la puerta ¡con toda seguridad es un ladrón y un bandido! Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas.”

Los que oyeron a Jesús usar este ejemplo no entendieron lo que quiso decir, entonces les dio la explicación:

“Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida en sacrificio por las ovejas. El que trabaja a sueldo sale corriendo cuando ve que se acerca un lobo; abandona las ovejas, porque no son suyas y él no es su pastor. Entonces el lobo ataca el rebaño y lo dispersa. El cuidador contratado sale corriendo porque trabaja solamente por el dinero y, en realidad, no le importan las ovejas.

“Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí, como también mi Padre me conoce a mí, y yo conozco al Padre. Así que sacrifico mi vida por las ovejas.

“El Padre me ama, porque sacrifico mi vida para poder tomarla de nuevo. Nadie puede quitarme la vida sino que yo la entrego voluntariamente en sacrificio. Pues tengo la autoridad para entregarla cuando quiera y también para volver a tomarla.

“Pero si hago su trabajo, entonces crean en las obras milagrosas que he hecho aunque no me crean a mí. Entonces sabrán y entenderán que el Padre está en mí y yo estoy en el Padre.”

Juan 11
Un hombre llamado Lázaro estaba enfermo. Vivía en Betania con sus hermanas María y Marta. Así que las dos hermanas le enviaron un mensaje a Jesús que decía: “Señor, tu querido amigo está muy enfermo.”

Cuando Jesús oyó la noticia…aunque Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro, se quedó donde estaba dos días más. Asado ese tiempo, les dijo a sus discípulos:

“Volvamos a Judea.” Pero sus discípulos se opusieron diciendo: “Rabí, hace solo unos días, la gente de Judea trató de apedrearte. ¿Irás allí de nuevo?”

Jesús contestó: “Lázaro está muerto.”

Cuando Jesús llegó a Betania, le dijeron que Lázaro ya llevaba cuatro días en la tumba. Marta le dijo a Jesús: “Señor, si tan solo hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto; pero aun ahora, yo sé que Dios te dará todo lo que pidas.”

Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará.”

“Es cierto,” respondió Marta “resucitará cuando resuciten todos, en el día final.”

Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá aun después de haber muerto. Todo el que vive en mí y cree en mí jamás morirá. ¿Lo crees, Marta?”

“Sí, Señor,” le dijo ella. “Siempre he creído que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que ha venido de Dios al mundo.”

Cuando María llegó y vio a Jesús, cayó a sus pies y dijo: “Señor, si tan solo hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.”

Cuando Jesús la vio llorando y vio a la gente lamentándose con ella, se enojó en su interior y se conmovió profundamente. “¿Dónde lo pusieron?” les preguntó. Ellos le dijeron: “Señor, ven a verlo.”

Entonces Jesús lloró. La gente que estaba cerca dijo: “¡Miren cuánto lo amaba!” Pero otros decían: “Este hombre sanó a un ciego. ¿Acaso no podía impedir que Lázaro muriera?”

Jesús todavía estaba enojado cuando llegó a la tumba, una cueva con una piedra que tapaba la entrada. “Corran la piedra a un lado,” les dijo Jesús.

Entonces Marta, la hermana del muerto, protestó: “Señor, hace cuatro días que murió. Debe haber un olor espantoso.”

Jesús respondió: “¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?”

Así que corrieron la piedra a un lado. Entonces Jesús miró al cielo y dijo: “Padre, gracias por haberme oído. Tú siempre me oyes, pero lo dije en voz alta por el bien de toda esta gente que está aquí, para que crean que tú me enviaste.”

Entonces Jesús gritó: “¡Lázaro, sal de ahí!” Y el muerto salió de la tumba con las manos y los pies envueltos con vendas de entierro y la cabeza enrollada en un lienzo. Jesús les dijo: “¡Quítenle las vendas y déjenlo ir!”

Al ver lo que sucedió, muchos de entre la gente que estaba con María creyeron en Jesús; pero otros fueron a ver a los fariseos para contarles lo que Jesús había hecho. Entonces, los principales sacerdotes y los fariseos convocaron al Concilio Supremo. “¿Qué vamos a hacer? Sin duda, ese hombre realiza muchas señales milagrosas. Si lo dejamos seguir así, dentro de poco todos van a creer en él. Así que, a partir de ese momento, los líderes judíos comenzaron a conspirar para matar a Jesús.

Juan 12
Sin embargo, hubo muchos que sí creyeron en él, entre ellos algunos líderes judíos, pero no lo admitían por temor a que los fariseos los expulsaran de la sinagoga, porque amaban más la aprobación humana que la aprobación de Dios.

Juan 13
Antes de la celebración de la Pascua, Jesús sabía que había llegado su momento para dejar este mundo y regresar a su Padre. Era la hora de cenar, y el diablo ya había incitado a Judas, hijo de Simón Iscariote, para que traicionara a Jesús.

Entonces Jesús, muy angustiado, exclamó: “Les digo la verdad, ¡uno de ustedes va a traicionarme!” Así que Judas se fue enseguida y se internó en la noche.

Juan 14
[Jesús hablando] “No dejen que el corazón se les llene de angustia; confíen en Dios y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre, hay lugar más que suficiente. Si no fuera así, ¿acaso les habría dicho que voy a prepararles un lugar? Cuando todo esté listo, volveré para llevarlos, para que siempre estén conmigo donde yo estoy.

Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán. Dado que yo vivo, ustedes también vivirán. Cuando yo vuelva a la vida, ustedes sabrán que estoy en mi Padre y que ustedes están en mí, y yo, en ustedes. Los que aceptan mis mandamientos y los obedecen son los que me aman. Y, porque me aman a mí, mi Padre los amará a ellos. Y yo los amaré y me daré a conocer a cada uno de ellos.”

Juan 15
[Jesús hablando] “Yo los he amado a ustedes tanto como el Padre me ha amado a mí. Permanezcan en mi amor. Cuando obedecen mis mandamientos, permanecen en mi amor, así como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho estas cosas para que se llenen de mi gozo; así es, desbordarán de gozo.

“Este es mi mandamiento: ámense unos a otros de la misma manera en que yo los he amado.

“Si el mundo los odia, recuerden que a mí me odió primero. Si yo no hubiera hecho entre ellos esas señales tan milagrosas que nadie más podría hacer, no serían culpables; pero la verdad es que vieron todo lo que hice, y aun así nos siguen odiando a mí y a mi Padre. Con eso se cumple lo que está registrado en sus Escrituras: ‘Me odiaron sin motivo.’”

Juan 16
[Jesús hablando] “Les digo la verdad, ustedes llorarán y se lamentarán por lo que va a sucederme, pero el mundo se alegrará. Así que ahora ustedes tienen tristeza, pero volveré a verlos; entonces se alegrarán, y nadie podrá robarles esa alegría

…ya que el Padre mismo los ama profundamente, porque ustedes me aman a mí y han creído que vine de Dios. Es cierto, vine del Padre al mundo y ahora dejaré el mundo y volveré al Padre.

Juan 17
Después de decir todas esas cosas, Jesús miró al cielo y dijo:

“Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo para que él, a su vez, te dé la gloria a ti. Pues le has dado a tu Hijo autoridad sobre todo ser humano. Él da vida eterna a cada uno de los que tú le has dado. Y la manera de tener vida eterna es conocerte a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste a la tierra.

“Yo te di la gloria aquí en la tierra, al terminar la obra que me encargaste. Ahora, Padre, llévame a la gloria que compartíamos antes de que comenzara el mundo.

“Mientras estuve con ellos en este mundo, les dije muchas cosas para que estuvieran llenos de mi alegría. Les he dado tu palabra, y el mundo los odia, porque ellos no pertenecen al mundo, así como yo tampoco pertenezco al mundo.

“No te pido solo por estos discípulos, sino también por todos los que creerán en mí por el mensaje de ellos.

“Oh Padre justo, el mundo no te conoce, pero yo sí te conozco; y estos discípulos saben que tú me enviaste. Yo te he dado a conocer a ellos y seguiré haciéndolo. Entonces tu amor por mí estará en ellos, y yo también estaré en ellos.”

Juan 18
Después de decir esas cosas, Jesús cruzó el valle de Cedrón con sus discípulos y entró en un huerto de olivos. Judas, el traidor, conocía ese lugar, porque Jesús solía reunirse allí con sus discípulos. Los principales sacerdotes y los fariseos le habían dado a Judas un grupo de soldados romanos y guardias del templo para que lo acompañaran. Llegaron al huerto de olivos con antorchas encendidas, linternas y armas.

Jesús ya sabía todo lo que le iba a suceder, así que salió al encuentro de ellos.

“¿A quién buscan?” les preguntó.

“A Jesús de Nazaret,” contestaron.

“Yo soy,” dijo Jesús. (Judas, el que lo traicionó, estaba con ellos). Así que los soldados, el oficial que los comandaba y los guardias del templo arrestaron a Jesús y lo ataron.

Por eso Pilato, el gobernador, salió adonde estaban ellos y les preguntó:

“¿Qué cargos tienen contra este hombre?”

“¡No te lo habríamos entregado si no fuera un criminal!” replicaron.

“Entonces llévenselo y júzguenlo de acuerdo con la ley de ustedes,” les dijo Pilato.

“Solo los romanos tienen derecho a ejecutar a una persona,” respondieron los líderes judíos. (Con eso se cumplió la predicción de Jesús acerca de la forma en que iba a morir).

Juan 19
Entonces Pilato mandó azotar a Jesús con un látigo que tenía puntas de plomo. Los soldados armaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza y lo vistieron con un manto púrpura. “¡Viva el rey de los judíos!” se burlaban de él mientras lo abofeteaban.

Pilato volvió a salir y le dijo al pueblo: “Ahora lo voy a traer, pero que quede bien claro que yo no lo encuentro culpable de nada.”

Entonces Jesús salió con la corona de espinas sobre la cabeza y el manto púrpura puesto. Y Pilato dijo: “¡Miren, aquí tienen al hombre!”

Cuando lo vieron, los principales sacerdotes y los guardias del templo comenzaron a gritar: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!”

“Llévenselo ustedes y crucifíquenlo,” dijo Pilato. “Yo no lo encuentro culpable.”

Los líderes judíos respondieron: “Según nuestra ley, debe morir porque afirmó que era el Hijo de Dios.”

Cuando Pilato oyó eso, tuvo más miedo que nunca. Llevó a Jesús de nuevo a la residencia oficial y le preguntó: “¿De dónde eres?”

Pero Jesús no le dio ninguna respuesta.

“¿Por qué no me hablas?”preguntó Pilato. “¿No te das cuenta de que tengo poder para ponerte en libertad o para crucificarte?”

Entonces Jesús le dijo: “No tendrías ningún poder sobre mí si no te lo hubieran dado desde lo alto. Así que el que me entregó en tus manos es el que tiene el mayor pecado.”

Entonces Pilato trató de poner en libertad a Jesús, pero los líderes judíos gritaron:

“¡Llévatelo! ¡Llévatelo!” gritaban. “¡Crucifícalo!” Entonces Pilato les entregó a Jesús para que lo crucificaran.

Así que se llevaron a Jesús. Él, cargando su propia cruz, fue al sitio llamado Lugar de la Calavera (en hebreo, Gólgota). Allí lo clavaron en la cruz.

Jesús sabía que su misión ya había terminado y, para cumplir las Escrituras, dijo: “Tengo sed.” Había allí una vasija de vino agrio, así que mojaron una esponja en el vino, la pusieron en una rama de hisopo y la acercaron a los labios de Jesús. Después de probar el vino, Jesús dijo: “¡Todo ha terminado!” Entonces inclinó la cabeza y entregó su espíritu.

Era el día de preparación, y los líderes judíos no querían que los cuerpos permanecieran allí colgados el día siguiente, que era el día de descanso (y uno muy especial, porque era la Pascua). Entonces le pidieron a Pilato que mandara a quebrarles las piernas a los crucificados para apresurarles la muerte. Así podrían bajar los cuerpos.

Entonces los soldados fueron y les quebraron las piernas a los dos hombres crucificados con Jesús. Cuando llegaron a Jesús, vieron que ya estaba muerto, así que no le quebraron las piernas. Sin embargo, uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y, de inmediato, salió sangre y agua.

Más tarde, José de Arimatea, pidió permiso a Pilato para bajar el cuerpo de Jesús. Cuando Pilato concedió el permiso, José fue a buscar el cuerpo y se lo llevó. Lo acompañó Nicodemo, el hombre que había ido a ver a Jesús de noche. Llevó consigo unos treinta y tres kilos de ungüento perfumado, una mezcla de mirra y áloe. De acuerdo con la costumbre de los entierros judíos, envolvieron el cuerpo de Jesús untado con las especias en largos lienzos de lino. El lugar de la crucifixión estaba cerca de un huerto donde había una tumba nueva que nunca se había usado. Y, como era el día de preparación para la Pascua judía y la tumba estaba cerca, pusieron a Jesús allí.

Juan 20
El domingo por la mañana temprano, mientras aún estaba oscuro, María Magdalena llegó a la tumba y vio que habían rodado la piedra de la entrada. Corrió y se encontró con Simón Pedro y con el otro discípulo, a quien Jesús amaba. Les dijo: “¡Sacaron de la tumba el cuerpo del Señor, y no sabemos dónde lo pusieron!”

Pedro y el otro discípulo se dirigieron a la tumba. Ambos iban corriendo, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero a la tumba. Se agachó a mirar adentro y vio los lienzos de lino apoyados ahí, pero no entró.

Luego llegó Simón Pedro y entró en la tumba. Él también notó los lienzos de lino allí, pero el lienzo que había cubierto la cabeza de Jesús estaba doblado y colocado aparte de las otras tiras. Entonces el discípulo que había llegado primero a la tumba también entró y vio y creyó, porque hasta ese momento aún no habían entendido las Escrituras que decían que Jesús tenía que resucitar de los muertos. Después cada uno se fue a su casa.

María se encontraba llorando fuera de la tumba y, mientras lloraba, se agachó y miró adentro. Vio a dos ángeles vestidos con vestiduras blancas, uno sentado a la cabecera y el otro a los pies, en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús.

“Apreciada mujer, ¿por qué lloras?” le preguntaron los ángeles.

“Porque se han llevado a mi Señor,” contestó ella, “y no sé dónde lo han puesto.

Dio la vuelta para irse y vio a alguien que estaba de pie allí. Era Jesús, pero ella no lo reconoció.

“Apreciada mujer, ¿por qué lloras?” le preguntó Jesús. “¿A quién buscas?”

Ella pensó que era el jardinero y le dijo: “Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo puso, y yo iré a buscarlo.”

“¡María!” dijo Jesús.

Ella giró hacia él y exclamó: “¡Raboní!”(que en hebreo significa “Maestro”).

“No te aferres a mí” le dijo Jesús, “porque todavía no he subido al Padre; pero ve a buscar a mis hermanos y diles: ‘Voy a subir a mi Padre y al Padre de ustedes, a mi Dios y al Dios de ustedes.’”

María Magdalena encontró a los discípulos y les dijo: “¡He visto al Señor!”

Ese domingo, al atardecer, los discípulos estaban reunidos con las puertas bien cerradas porque tenían miedo de los líderes judíos. De pronto, ¡Jesús estaba de pie en medio de ellos! “La paz sea con ustedes,” dijo.

Mientras hablaba, les mostró las heridas de sus manos y su costado. ¡Ellos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor! Una vez más les dijo: “La paz sea con ustedes. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.” Entonces sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban al Espíritu Santo.”

Tomás, uno de los doce discípulos, no estaba con los otros cuando llegó Jesús. Ellos le contaron: “¡Hemos visto al Señor!”

Pero él respondió: “No lo creeré a menos que vea las heridas de los clavos en sus manos, meta mis dedos en ellas y ponga mi mano dentro de la herida de su costado.”

Ocho días después, los discípulos estaban juntos de nuevo, y esa vez Tomás se encontraba con ellos. Las puertas estaban bien cerradas; pero de pronto, igual que antes, Jesús estaba de pie en medio de ellos y dijo: “La paz sea con ustedes.”

Entonces le dijo a Tomás: “Pon tu dedo aquí y mira mis manos; mete tu mano en la herida de mi costado. Ya no seas incrédulo. ¡Cree!”

“¡Mi Señor y mi Dios!” exclamó Tomás.

Entonces Jesús le dijo: “Tú crees porque me has visto, benditos los que creen sin verme.”

Ver lo que Jesús le está ofreciendo. Por favor, consulte Mas allá de la fe ciega.

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